jueves, 26 de enero de 2012

Pajaroto Pía














Miro a tu vecina de la bañera y la imagino también así: una chica muy blanca, aséptica, que se confunde con el mármol de su baño.
Estoy a tu lado y siento el olor de París desde su cocina, entre tus plantas,
y es divertido,
y nos reímos,
y pienso,
en Cuba quedarán muchachas?...

En un balcón de este mundo, mirando decenas de apartamentos, un día pensaba justa mente eso.
Hay muchachas con vida detrás de alguna ventana?
Hay alguna que yo pueda husmear?
Y entristecí.
Por supuesto, ahora mismo no hay ninguna muchacha para mi, ninguna tan íntima como tu Laure, ninguna tan desconocida.
Recuerdo que tenía una. Ella iba de la ira a la histeria y se evaporó.
Quisiera volver un día a la ventana y verla de nuevo, sola, anónima, levantando una cadera o el dedo del pie para afeitarse, hablando por teléfono con nadie, que sé yo, poderla mirar.

Tomo a O, le tapo los ojos con mis ojos y le digo: ya no quiero ver más, quiero que nuestro amigo, el de los tabacos parisinos, nos venga a visitar y nos cuente sobre ventanas y ríos, sobre gente sola que cocina en colores, sobre muchachas con novios que no duermen en sus camas y quizá, después de eso, ya no estaremos tan solos y quizá, después de eso, hayan menos personas a quien matar.